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Publicado en Revista Contempo del Museo de
Arte Contemporáneo de Puerto
Rico con motivo de la inauguración del edificio nuevo del museo en la
Parada 18, Escuela Labra.
El Proyecto de Arte Público de Puerto Rico es una iniciativa
que comenzó en San Juan, cuando la ahora gobernadora, Sila Maria
Calderón, era alcaldesa de la capital. En aquel momento se creó una
convocatoria que comprendía exclusivamente el Municipio de San
Juan. Hoy, este proyecto abarca toda la isla, con una inversión
de veinticinco millones de dólares que cubrirán la instalación
de casi cien obras. El proyecto, adscrito a la Directoría de
Urbanismo, tiene como propósito impulsar una política
pública que refuerce y revitalice nuestros espacios públicos
y los transforme en lugares de goce y ocio, en donde se promueva la
convivencia y el intercambio social. Se crean así oportunidades
de resignificación de lo público bien sea aprovechando
iniciativas de revitalización urbana o propiciando las mismas
mediante el arte.
El proyecto tiene como premisa fundamental que el Arte Público
está concebido para crear espacios donde el deseo opere a diferentes
niveles, incitando al goce íntimo y al goce en colectivo. En
ese sentido, nuestro propósito es crear espacios de intercambio
social, que revitalicen tanto nuestro entramado urbano y extra-urbano,
como las relaciones sociales que lo acompañan.
Pero, y hay muchos peros en proyectos de este tipo, son particularmente
estas implicaciones y complicaciones, entre lo público y lo
privado, las que producen tensiones y miradas desestabilizantes que
trastocan los parámetros de lo que es y ha sido el arte en Puerto
Rico. Por ejemplo, el arte en espacios públicos está expuesto,
no aspira a ser invisible. Aunque pueda ser discreto como “Los
Pasos Perdidos”, de Julio Suárez en el Parque de Condado,
Antonia Quiñónes o gritar ensordecedoramente ¡Aquí estoy!
como “La Paloma” de Imel Sierra. A diferencia del Arte
expuesto en galerías y museos, el arte en espacios públicos
no escoge su audiencia, nos exige que todos seamos espectadores, ya
sea participando en un parque de juego para niños, esperando
la guagua, o a través de intervenciones en las estaciones del
Tren Urbano. Y es que la convocatoria de este Proyecto incluyó un
sinnúmero de categorías que van desde murales o esculturas
en las Estaciones del Tren Urbano, los Centros Urbanos, los Festivales
Urbanos, pasando por el Arte Funcional, hasta los Talleres Comunitarios.
Una pluralidad de temas y emplazamientos para los cuales los artistas
tuvieron la oportunidad de formular propuestas tomando en cuenta la
temática y el lugar físico y conceptual.
Los lugares podían ser sugeridos por el proyecto o por el artista
mismo, lo cual nos brinda una pluralidad de enfoques que, tomando en
cuenta la idiosincrasia de los puertorriqueños, promueve un
diálogo que evade caer en la trampa de la nostalgia y el paternalismo
o la tentación de producir una respuesta tercermundista a una
aspiración primermundista, o peor aún la homogenización
de toda identidad.
Como parte de ese escapar miradas y discursos homogéneos hacia
el arte en Puerto Rico, este proyecto, a diferencia del llevado a cabo
en San Juan, incluyó la invitación de artistas internacionales
a participar por los ámbitos que quedaron vacantes. Se nutre
de esta manera el entorno local, atrayendo la mirada del artista extranjero
que pasea por la ciudad, que desentrama signos que para nosotros son
evidentes y por ende pasan desapercibidos. De esta forma los artistas
extranjeros comparten sus subjetividades con los artistas locales.
Juntos crean un cadáver exquisito, un corpus híbrido
de piezas. Creando así de todo Puerto Rico una gran sala para
el arte.
El artista contemporáneo, que decide participar de este tipo
de proyectos, asume nuevos retos al crear arte para espacios exteriores.
Es decir, surgen nuevas consideraciones que no contemplaban o, al menos,
no de la misma forma que cuando se crea o diseña para espacios
controlados. El arte público le exige al artista salir a la
calle y dejarse llevar por lo cotidiano, por las vivencias del lugar
para el cual la obra pretende ser ejecutada, un compromiso y una responsabilidad
seria para con el locus.
Por otro lado el artista tiene que involucrarse en los aspectos técnicos
de la producción, la recopilación de presupuestos, los
permisos y endosos, la selección de ingenieros, arquitectos
y materiales de construcción. El artista se ve obligado a actuar
profesionalmente, participando de las exigencias del medio sin temores
y aceptando un grado de riesgo saludable. El medio obliga a superar
la visión del artista artesano que no necesita preocuparse por
materialidades y/o velar por la calidad del producto final ya que el
concepto es lo único importante.
Por otro lado, la significación misma de lo público es
debatible. ¿A que nos referimos cuando decimos Arte Público? ¿Es
arte para el público? ¿Arte del Público? , ¿Arte
hecho por el público?, o sencillamente ninguna de las anteriores.
Precisamente, en esto reside el problema de nombrar, en querer definir
una manera única de hacer arte.
Para concluir, el Arte en general es problemático, más
aún cuando pasea por los terrenos del Gusto, donde nunca existe
un consenso. No todas las piezas nos van a gustar, cada cual tendrá sus
favoritas y el tiempo se encargará de que hagamos las pases
con algunas o o nos convirtamos en enemigos de otras. Pero una cosa
si estamos seguros y es que proyectos como este aspiran a desacralizar
la función del arte que lo coloca en un pedestal con una insignia
que lea “Mírame y no me toques pero, por favor, mírame”,
sino que lo coloca a nivel de la interacción, de la provocación,
de la conversación y, de la identificación. El arte público
es un poco de todo, es un arte para el público, desde lo público
y por el público, una hermenéutica que se muerde su propia
cola. Y es que con el Arte Publico nunca vamos a la segura solo nos
queda convocar y apostar a la fantasía y evocar el deseo de
uno que no es mas que el espejo del deseo del otro.
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