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Proyectos nuevos en línea Terrains vagues: Los vacíos no reclamados Intersección PR 52 y PR 53 Charles Juhasz: Jardín alado |
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Avenidas de crecimiento lineal Avenida Roosevelt West 8 : Palio de bouganvilleas |
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Los deportistas Baloncelista John Ahearn y Rigoberto Torres : Baloncelista |
El Proyecto de Arte Público es un programa de la Directoría
de Urbanismo del Departamento de Transportación y Obras Públicas.
Es la primera vez que se establece una oficina de ordenamiento urbano dentro
del gobierno central enfocada hacia los aspectos cualitativos del espacio
público. La visión predominante en el Siglo XX tendió a
representar el espacio en términos cuantitativos; las ingenierías
y la planificación entendieron que todo ejercicio sobre el espacio,
la ciudad y el territorio tenía que darse bajo premisas científicas,
al menos en apariencia. La visión urbanista (sobretodo el modelo europeo)
rechaza la falsa polarización entre lo práctico y lo estético.
La convocatoria pública establecía inicialmente una lista de ámbitos, abarcando desde talleres comunitarios hasta las estaciones del Tren Urbano. Luego, al formalizarse el Proyecto de Revitalización de los Centros Urbanos de la Directoría, se establecieron nuevos ámbitos que incorporaban los proyectos de diseño en cada centro urbano. Al hacer el cálculo final, el número de obras ronda en las cien para ser ubicadas a lo largo y ancho de la isla. Un Comité Evaluador nombrado por la Gobernadora analizó las más de 300 propuestas recibidas y, siguiendo los mecanismo de recomendación estipulados en la convocatoria, ha continuado reuniéndose para dilucidar los ámbitos que se hayan declarados desiertos. El Comité Evaluador aglutinó a personas vinculadas al arte de distintas maneras mientras procuraba un balance generacional. El Proyecto de Arte Público, desde su convocatoria, quería combinar experiencia y experimentación, ser un lugar donde la obra fuera el elemento decisivo apostando al futuro y a una cultura que se transforma día a día. Nos sentimos complacidos de una selección amplia de obras en medio y conceptualización; la Página de Internet (www.artepublico.puertorico.pr) muestra el alcance del proyecto. Los artistas han expresado con sus obras que arte público no se circunscribe a la escultura monumental; el público se sorprenderá con la diversidad de medios, situaciones, escalas, materiales y estrategias de emplazamiento.
No existe un “quién” ni un “cómo” . El emplazamiento de una obra de arte público toma en consideración la voluntad del artista y los códigos que estructuran lo público (de ahí que se cuente con los endosos de las distintas agencias que tienen jurisdicción sobre los lugares). Es un proceso saludablemente convoluto. Requiere por ende de artistas que vean oportunidad en las restricciones y puedan incorporarlas exitosamente a su obra. La visión del genio huraño que toma decisiones desde el aislamiento pseudo-platónico de su taller/cueva no tiene cabida en un proyecto de esta naturaleza. Como tampoco la tiene la visión del tecnócrata que sólo puede ver el mundo desde la rigidez de la norma y el “uso y costumbre” cuando no puede justificar su ingerencia. En ocasiones circunstancias aleatorias afectan el emplazamiento de la obra y, sin sonar metafísico, me atrevo a decir que la casualidad suele enriquecer al producto como ocurre con cualquier proceso creativo. Los criterios que se han utilizado para seleccionar las obras han sido
públicos
desde el momento en que se anunció la convocatoria. Cada obra debía
articular un diálogo con el espacio físico y conceptual del ámbito
para el que se propone y debía mostrar una actitud coherente hacia
el material y los aspectos técnico-constructivos de la obra. Aparte
de lo que es constante como criterio general cada obra establece su propio
marco crítico. Ha sido menester del Comité Evaluador interactuar
con el marco crítico insinuado por la obra. Estamos convencidos que en última instancia el artista es quien
decide a cuanta opinión pública va a responder y cómo
va a responder a ella. No creemos que un proyecto como este deba condicionar
la
subjetividad del artista a una estrategia única de diálogo
y participación, particularmente cuando surge dentro de una iniciativa
gubernamental. Hay oportunidades dentro de la convocatoria para una participación
directa de la comunidad como es el caso de los talleres comunitarios. Pero
esa no es la única forma de participación. Por otro lado
entendemos que el concepto “opinión pública” debe
ser problematizado. Demasiadas veces en empresas culturales de este tipo
el concepto “opinión
pública” se ha usado o para promover una actitud paternalista
por parte del Gobierno o para entorpecer la subjetividad del artista que
es precisamente lo que quiere promoverse como parte de un comentario relevante
sobre la convivencia y lo público. Es una responsabilidad compartida que no comienza el día en que
la obra se instala. Cada caso requiere su propio análisis en lugar
de circunscribirnos a respuestas categóricas sobre este tema.
Por otro lado debemos recalcar que cada contrato requiere que el artista
cuente con
profesionales licenciados para atender los aspectos técnicos de
la obra que van desde la selección del material, las dimensiones
y disposición
de sus elementos y la estabilidad de la estructura.
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